Tendencias, desafíos y oportunidades
El desafío alimentario que vive el planeta se acrecentará en los próximos 30 años, cuando la población mundial se empine hasta 9.700 millones de personas tras crecer en 2.500 millones de aquí a 2050. Ello no solo representará un reto desde el punto de vista del combate contra la malnutrición, sino que también desde la óptica de la mayor demanda de proteínas asociadas a alimentación sana a medida que las personas envejecen. Asimismo, con la mejora del ingreso económico de la clase media en los grandes mercados emergentes, más personas tendrán acceso a consumir alimentos ricos en proteínas diferentes y más nutritivos, como el pescado, la carne y los huevos.
En enero de 2016, la Fundación Ellen MacArthur presentó su informe ‘La Nueva Economía del Plástico: repensar el futuro de los plásticos’. El documento señala que de continuar por el camino actual, para 2050 podría haber más plástico que peces en el océano (medido por peso) y presenta un camino a seguir, mostrando una perspectiva sobre un sistema del plástico que pueda funcionar a largo plazo: una visión de una economía circular.
Este es el mayor reto medioambiental que ha enfrentado el mundo. La erosión del suelo es un problema creciente para la producción de alimentos, lo que ha obligado a investigar nuevas formas de alimentar a la población. En paralelo, la preocupación por el cambio climático está influyendo en las elecciones dietéticas de las personas. En ese marco se ha identificado que un mayor consumo de pescado puede contribuir a reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) y mejorar la salud humana; el océano tiene el potencial de proporcionar alimentos seis veces más nutritivos que otras proteínas animales, al contener vitaminas esenciales, minerales, ácidos grasos omega-3 y otros nutrientes que no se encuentran en el mercado.
La pérdida de biodiversidad puede dar lugar a importantes reducciones de los recursos que proporcionan los ecosistemas de la Tierra y que contribuyen a la prosperidad económica y al desarrollo humano. La biodiversidad terrestre y marina apoya la reducción de las emisiones de GEI y la conservación de los sumideros de carbono, captando 5,6 gigatoneladas de carbono al año, el equivalente al 60% de las emisiones globales provocadas por el hombre. El colapso de este ecosistema podría liberar 3.000 millones de toneladas de carbono.
La transición energética no se limita al cierre progresivo de las centrales de carbón y al desarrollo de energías limpias, sino que es un cambio de paradigma de todo el sistema. En Chile, los ministerios de Energía, Medio Ambiente y Trabajo están enfocados en una propuesta de estrategia de Transición Justa y Sustentable, cuyo objetivo es velar que la transición energética hacia la carbono neutralidad incorpore un desarrollo social y ambiental justo y equitativo, promoviendo la creación de empleos verdes que mejoren la calidad de vida de las personas y las condiciones medioambientales en los territorios donde se emplaza la infraestructura del sector de energético.
Esto es una versión digital resumida del Reporte de Sostenibilidad 2020. Para ver el reporte completo, descargar aquí.